Hoy estoy un poco mustia. No es nada grave, pero a veces crees conocer a alguien lo suficiente para adivinar que está cambiando. Y te alegras por ello sobremanera cuando el cambio va para mejor y conseguirá que esa persona sea aún más feliz. Pero siempre hay algo que suele estropearlo todo.
Tenemos que aceptar a las personas como son, con sus defectos y sus virtudes, y yo contigo, Gonza, lo tengo asumido. Tienes virtudes, muchas a mis ojos (aunque sé que no soy nada imparcial), pero también tienes un defecto. Y uno de los gordos. Te puede el ego. Y a mi me da que tu "ego" va a empezar a jugar un partido de tenis del que no estoy segura que salgas con buenas.
De todas maneras, no seré yo quien te juzgue. Me duele verte equivocarte, porque te equivoca, de eso estoy segura... Y más me dolerá verte caer.
¡¡Ay, Gonzalito!! Tú que tan buenos consejos das a tu amigo Alvarito, escuchame por favor. Que no es buena idea, que eso que tu y yo sabemos no es buena idea y todo esto terminará como el rosario de la aurora.
Míra, alejate de los ascensores, de las salas de juntas y de los despachos de los "directivos" (o bueno o de las "directivas", mejor dicho, porque sé que él de Álvaro no lo dejas ni a sol ni a sombra) y acercate a los mochos, a las batas de la limpieza, al carrillo y al salfumant si hace falta.
Yo sólo tengo claro una cosa: Esa mirada que le dirigiste a la Sonso en la cafetería mientras ella se peleaba con el chicle... Eso es amor, mi niño. Te guste o no, seas capaz de aceptarlo o no, lo es.
Y del grande y con mayúsculas. Ya sé que se sufre y que tienes un miedo atroz (a veces pienso que no es más que eso), que no quieres que te hagan daño y que te importa mucho lo que piensen los demás, pero... No lo dejes pasar porque no suelen darse segundas oportunidades.
Los buenos amigos no tienen dudas, sólo esperanzas. Y yo no dudo de tu capacidad para ser un hombre (y no me refiero a ya sabes qué, sino a afrontar tus problemas y admitir tus debilidades) sino que tengo esperanzas de que, por ahí dentro, en algun lugar está el hombre que puedes llegar a ser. Sólo hay que darle un pequeño empujón (sinceramente hoy creo que ni Gruas Lozano lo levantaría) para que despierte.
Besos de una aceituna con esperanzas,
Lauriya
P.D. Quema el teléfono de Erika y Mónica... Pensándolo mejor, destruye la agenda.